¿Cómo hacer una buena presentación?

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Mariana Gleiser - Directora de Estudios

Profesora de inglés con más de treinta años de experiencia en la enseñanza del inglés como segunda lengua. Especializada en formación en inglés para adultos.

En el mundo laboral de hoy en día, las presentaciones son una herramienta útil y cada vez más habitual en muchos sectores: empresarial, comercial, profesional...  No importa de qué tipo de presentación se trate: ya sea una presentación con cientos de participantes en un congreso, de una exposición ante compañeros de trabajo de la misma empresa, de una presentación por vídeo en streaming o de una charla en un congreso médico, en todos los casos es conveniente manejar ciertas estrategias para hablar en público y saber eliminar el miedo escénico. Aquí os damos algunas ideas.

Pensar antes de actuar

Esto parece obvio, pero en una presentación no solo se trata de “decir cosas” de manera clara y estructurada: las decimos a alguien y para algo. Por supuesto, organizar nuestra presentación de forma ordenada y con toda la información que tenemos que incluir es fundamental. Sin embargo, aunque sepamos bien qué queremos decir, antes de elaborar nuestra presentación tenemos que hacernos también las siguientes preguntas: ¿Quién es mi audiencia y cómo puedo relacionarme con ella para generar las reacciones que deseo? ¿Cuál es el propósito de mi presentación, y cómo puedo cumplirlo usando mis herramientas verbales y no verbales? No es lo mismo querer vender un producto a una multinacional que compartir nuestros últimos descubrimientos entre colegas científicos, y nuestra presentación será diferente en cada caso. Orientarnos por estos factores (qué quiero decir, a quién y para qué) nos ayudará a tomar decisiones previas que nos ayudarán a hacer presentaciones eficaces: es decir, que cumplan con sus objetivos.

El poder de la palabra en las presentaciones

Recordemos, ante todo, que en una presentación se trata de hablar, no solo de enseñar listas y diapositivas. Nuestra herramienta principal para nuestros propósitos es la palabra, y con ella podemos hacer todo. Hemos dicho que no solo queremos informar, sino que también pretendemos que quien nos escucha haga algo con eso: en otras palabras, debemos argumentar. Ya desde la antigüedad, los griegos conocían muy bien las técnicas para hablar en público y las utilizaban para argumentar y persuadir. Conocer algunas de estas técnicas, que son en realidad herramientas retóricas fáciles de incorporar, y usarlas con confianza, nos permitirá hacer presentaciones eficaces, que cumplan con sus objetivos.

Cuidado con el Powerpoint

Como dijimos, nuestra herramienta es la palabra: no la tecnología. Muchas veces, detrás de un exceso de listas, diagramas y diapositivas se esconde un presentador poco seguro, que agobia a la audiencia con estímulos visuales.

Una buena presentación no necesita diapositivas pero, si queremos incluir alguna, que sea en el momento justo y por una razón determinada (aclarar, comparar grandes volúmenes de información, esquematizar...) y no para sentirnos aliviados del peso de la mirada de la audiencia. Si hacemos esto, ¡nuestro público también lo percibe!

El lenguaje no verbal

Como sabemos, el público no solo escucha nuestras palabras: también nos mira movernos y “actuar”. Muchas veces, nuestro lenguaje corporal nos traiciona y delata nuestros nervios en lugar de acompañar lo que nuestras palabras expresan. Es importante ser consciente de nuestros puntos débiles en este aspecto. Grabarnos mientras hacemos una presentación puede ser de gran ayuda para observar nuestros defectos y fortalezas “desde fuera”. ¿Me muevo de un lado a otro mientras hablo, distrayendo así al público y transmitiendo ansiedad a todo el mundo? ¿Miro al suelo o a una pantalla o pizarra en lugar de establecer contacto visual con la audiencia? En estos puntos, una vez detectados, habrá que centrar el trabajo con el lenguaje no verbal.

La otra gran herramienta: la voz

La voz es el soporte material de nuestras palabras, ideas y herramientas verbales. Nuevamente, escuchar grabaciones de nuestras presentaciones nos puede ser de gran ayuda. ¿Tenemos un tono con cambios que captura la atención, o somos monótonos y-por lo tanto- aburridos a nivel vocal? ¿Usamos un ritmo variable y ágil? ¿Nuestra dicción es lo suficientemente clara? Si tenemos que mejorar algunos de estos puntos, es hora de practicar.

La audiencia: nuestro aliado

El miedo escénico suele venir de la idea de que la audiencia es el enemigo, y cambiar este preconcepto sirve para superarlo. Saber poner a la audiencia de nuestra parte desde el inicio mismo de la presentación no solo nos hará sentir más seguros, sino que allanará el camino que nos llevará a cumplir con nuestros propósitos. Recordemos, como dijimos antes, que no solo queremos dar información: queremos que la audiencia haga algo con esa información y, para ello, tenemos que captarla, mantenerla y comprometerla con nuestro discurso. Si controlamos nuestras herramientas (las palabras, la voz, el lenguaje no verbal) y tenemos claro a quién le estamos hablando, conseguirlo nos será mucho más fácil: la audiencia se interesará enseguida por lo que le estamos contando, y querrá seguir el hilo de nuestra argumentación hasta el final.  El feedback que obtengamos a cada momento es fundamental: por ello, el contacto con nuestro público y la empatía son esenciales.

Nuestros puntos fuertes

No solo se trata de criticarnos, por supuesto. Observarnos a nosotros mismos nos permitirá encontrar nuestros puntos positivos y reforzarlos para construir nuestro propio estilo. Por ejemplo, ¿somos buenos haciendo comparaciones y creando metáforas? ¿Tenemos un tono de voz agradable y potente? ¿Nuestro sentido del humor es bien recibido? Podemos fortalecer estos aspectos aún más y desarrollar un estilo propio para llegar a hacer siempre presentaciones eficaces y con nuestro sello.

Aprender de los oradores expertos

Una buena manera de aprender es observando atentamente cómo los oradores expertos hacen sus presentaciones. El conocido sitio de charlas TED nos brinda una excelente oportunidad. Podemos escoger cualquier temática y mirar y escuchar atentamente unas cuantas charlas. Así nos familiarizaremos con una variedad de recursos, desde las herramientas verbales hasta el lenguaje corporal, y veremos cómo los explota cada orador.

 ¿Sirven los cursos de técnicas de presentaciones?

Por supuesto que sí. ¡Una cosa es leer cómo se debe hacer algo, y otra es ponerla en práctica! Si tienes que hacer presentaciones a menudo y te interesa conocer nuestra oferta de cursos de técnicas de presentaciones y cursos para hablar en público, ponte en contacto con nosotros, y con todo gusto te asesoraremos para escoger la mejor opción según tu caso.

¿Cómo hacer una buena presentación?

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En el mundo laboral de hoy en día, las presentaciones son una herramienta útil y cada vez más habitual en muchos sectores: empresarial, comercial, profesional...  No importa de qué tipo de presentación se trate: ya sea una presentación con cientos de participantes en un congreso, de una exposición ante compañeros de trabajo de la misma empresa, de una presentación por vídeo en streaming o de una charla en un congreso médico, en todos los casos es conveniente manejar ciertas estrategias para hablar en público y saber eliminar el miedo escénico. Aquí os damos algunas ideas.

Pensar antes de actuar

Esto parece obvio, pero en una presentación no solo se trata de “decir cosas” de manera clara y estructurada: las decimos a alguien y para algo. Por supuesto, organizar nuestra presentación de forma ordenada y con toda la información que tenemos que incluir es fundamental. Sin embargo, aunque sepamos bien qué queremos decir, antes de elaborar nuestra presentación tenemos que hacernos también las siguientes preguntas: ¿Quién es mi audiencia y cómo puedo relacionarme con ella para generar las reacciones que deseo? ¿Cuál es el propósito de mi presentación, y cómo puedo cumplirlo usando mis herramientas verbales y no verbales? No es lo mismo querer vender un producto a una multinacional que compartir nuestros últimos descubrimientos entre colegas científicos, y nuestra presentación será diferente en cada caso. Orientarnos por estos factores (qué quiero decir, a quién y para qué) nos ayudará a tomar decisiones previas que nos ayudarán a hacer presentaciones eficaces: es decir, que cumplan con sus objetivos.

El poder de la palabra en las presentaciones

Recordemos, ante todo, que en una presentación se trata de hablar, no solo de enseñar listas y diapositivas. Nuestra herramienta principal para nuestros propósitos es la palabra, y con ella podemos hacer todo. Hemos dicho que no solo queremos informar, sino que también pretendemos que quien nos escucha haga algo con eso: en otras palabras, debemos argumentar. Ya desde la antigüedad, los griegos conocían muy bien las técnicas para hablar en público y las utilizaban para argumentar y persuadir. Conocer algunas de estas técnicas, que son en realidad herramientas retóricas fáciles de incorporar, y usarlas con confianza, nos permitirá hacer presentaciones eficaces, que cumplan con sus objetivos.

Cuidado con el Powerpoint

Como dijimos, nuestra herramienta es la palabra: no la tecnología. Muchas veces, detrás de un exceso de listas, diagramas y diapositivas se esconde un presentador poco seguro, que agobia a la audiencia con estímulos visuales.

Una buena presentación no necesita diapositivas pero, si queremos incluir alguna, que sea en el momento justo y por una razón determinada (aclarar, comparar grandes volúmenes de información, esquematizar...) y no para sentirnos aliviados del peso de la mirada de la audiencia. Si hacemos esto, ¡nuestro público también lo percibe!

El lenguaje no verbal

Como sabemos, el público no solo escucha nuestras palabras: también nos mira movernos y “actuar”. Muchas veces, nuestro lenguaje corporal nos traiciona y delata nuestros nervios en lugar de acompañar lo que nuestras palabras expresan. Es importante ser consciente de nuestros puntos débiles en este aspecto. Grabarnos mientras hacemos una presentación puede ser de gran ayuda para observar nuestros defectos y fortalezas “desde fuera”. ¿Me muevo de un lado a otro mientras hablo, distrayendo así al público y transmitiendo ansiedad a todo el mundo? ¿Miro al suelo o a una pantalla o pizarra en lugar de establecer contacto visual con la audiencia? En estos puntos, una vez detectados, habrá que centrar el trabajo con el lenguaje no verbal.

La otra gran herramienta: la voz

La voz es el soporte material de nuestras palabras, ideas y herramientas verbales. Nuevamente, escuchar grabaciones de nuestras presentaciones nos puede ser de gran ayuda. ¿Tenemos un tono con cambios que captura la atención, o somos monótonos y-por lo tanto- aburridos a nivel vocal? ¿Usamos un ritmo variable y ágil? ¿Nuestra dicción es lo suficientemente clara? Si tenemos que mejorar algunos de estos puntos, es hora de practicar.

La audiencia: nuestro aliado

El miedo escénico suele venir de la idea de que la audiencia es el enemigo, y cambiar este preconcepto sirve para superarlo. Saber poner a la audiencia de nuestra parte desde el inicio mismo de la presentación no solo nos hará sentir más seguros, sino que allanará el camino que nos llevará a cumplir con nuestros propósitos. Recordemos, como dijimos antes, que no solo queremos dar información: queremos que la audiencia haga algo con esa información y, para ello, tenemos que captarla, mantenerla y comprometerla con nuestro discurso. Si controlamos nuestras herramientas (las palabras, la voz, el lenguaje no verbal) y tenemos claro a quién le estamos hablando, conseguirlo nos será mucho más fácil: la audiencia se interesará enseguida por lo que le estamos contando, y querrá seguir el hilo de nuestra argumentación hasta el final.  El feedback que obtengamos a cada momento es fundamental: por ello, el contacto con nuestro público y la empatía son esenciales.

Nuestros puntos fuertes

No solo se trata de criticarnos, por supuesto. Observarnos a nosotros mismos nos permitirá encontrar nuestros puntos positivos y reforzarlos para construir nuestro propio estilo. Por ejemplo, ¿somos buenos haciendo comparaciones y creando metáforas? ¿Tenemos un tono de voz agradable y potente? ¿Nuestro sentido del humor es bien recibido? Podemos fortalecer estos aspectos aún más y desarrollar un estilo propio para llegar a hacer siempre presentaciones eficaces y con nuestro sello.

Aprender de los oradores expertos

Una buena manera de aprender es observando atentamente cómo los oradores expertos hacen sus presentaciones. El conocido sitio de charlas TED nos brinda una excelente oportunidad. Podemos escoger cualquier temática y mirar y escuchar atentamente unas cuantas charlas. Así nos familiarizaremos con una variedad de recursos, desde las herramientas verbales hasta el lenguaje corporal, y veremos cómo los explota cada orador.

 ¿Sirven los cursos de técnicas de presentaciones?

Por supuesto que sí. ¡Una cosa es leer cómo se debe hacer algo, y otra es ponerla en práctica! Si tienes que hacer presentaciones a menudo y te interesa conocer nuestra oferta de cursos de técnicas de presentaciones y cursos para hablar en público, ponte en contacto con nosotros, y con todo gusto te asesoraremos para escoger la mejor opción según tu caso.